domingo, 21 de noviembre de 2010

VACUNAS, AUTISMO, HIPERACTIVIDAD Y TRASTORNOS DEL DESARROLLO


ANTECEDENTES
 
Hace poco tiempo, la Academia Americana de Pediatría (AAP) y el Department of Health and Human Services de los Estados Unidos de Norteamérica (EE.UU.), lanzaron una alerta epidémica impresionados por el número cada vez más alarmante de casos de autismo y otros desórdenes difusos del neurodesarrollo infantil, registrados desde los inicios de la década de los 80, con un ritmo de crecimiento de aproximadamente 10 a 17% por año (1-8).
 
Dichas entidades conforman el actualmente denominado “espectro autista” donde se incluyen, además del autismo propiamente dicho, el síndrome de déficit de la atención con y sin hiperactividad, el síndrome de Asperger y el desorden generalizado del desarrollo.
           
De acuerdo a las estadísticas del US Department of Education 2002, a fines de los años 60 tan sólo se reportaron 919 casos nuevos de autismo en todo el territorio de los EE.UU. Sin embargo, y desde inicios de la década de los 80, el crecimiento fue continuo y adoptó una curva exponencial, de modo que para los inicios de los años 90’s el número de casos nuevos había ascendido a 6,785 y llegó a casi 100,000 en el año 2002, lo cual representaba un aumento del 700% en apenas 10 años.
           
Durante los años 40 en dicho país se había registrado una incidencia de autismo de 1 por cada 10,000 niños;  para el año 1977 fue de 1 por cada 2,500; para 1985 aumentó a 1 cada 1,133;  para 1998 se había incrementado a 1 por cada 323 y para el año 2002 alcanzó la impresionante cifra de 1 por cada 166 niños (9). Más aún, se estimó que para el 2004 aproximadamente 1 de cada 6 niños nacidos en los EE.UU. tenía algún tipo de desorden del desarrollo o de la conducta (10).
 
Dichas estadísticas convertían al autismo en la mayor epidemia de enfermedades mentales jamás observada en la historia de los EE.UU., y representaba más casos que enfermedades tales como el síndrome de Down, la diabetes mellitus tipo 1 y el cáncer pediátrico juntos (10).
           
El hecho de observar un impresionante aumento de casos tal como el descrito, descartaba definitivamente la hipótesis de que estas enfermedades sean debidas exclusivamente a un trastorno genético, pues dichas condiciones tardan muchos años en desarrollarse y nunca alcanzan cifras epidémicas, salvo exposiciones ionizantes o catástrofes nucleares.
           
Algunos observadores adujeron que tal fenómeno podrían deberse a los cambios y mejoras en los criterios de diagnóstico. Sin embargo, a pesar que desde el año 1994 se comenzaron a aplicar en los EE.UU. y en todo el mundo los criterios del DSM IV (Diagnostic and Statistical Manual 4th  Ed.), como fuente obligatoria para el diagnóstico de todas las enfermedades mentales, el número de casos nuevos identificados de autismo y del resto de trastornos del neurodesarrollo infantil continuó aumentando significativamente hasta el año 2001 (2). De esta manera, se concluyó que las mejoras metodológicas de diagnóstico no eran la causa “aparente” de la epidemia.
Es de notar que similares curvas de explosivo crecimiento epidemiológico fueron observadas simultáneamente en diferentes países sudamericanos, europeos y asiáticos.  La comunidad médica en general, ha sido incapaz de determinar las causas de este preocupante fenómeno
 
 
II. ROL DE LAS VACUNAS EN LA EPIDEMIA
           
Antes del año 1980, al menos las dos terceras partes de los niños autistas mostraban serios problemas neurológicos poco después de su nacimiento. No obstante, durante el periodo 1980-1985, mientras la incidencia de los desórdenes autistas claramente aumentaba en todo el mundo, simultáneamente comienza a describirse una nueva forma de autismo, denominada tardía o de regresión, en donde los niños afectados mostraban notables cambios en la pérdida de sus relaciones sociales, lenguaje y comportamiento entre el primer y segundo año de vida. Para 1985 la ocurrencia de autismo de regresión había ya igualado al autismo desde el nacimiento, sugiriendo que esta variante adquirida de la enfermedad sobrepasaba los tipos debidos a problemas genéticos o errores innatos del metabolismo (11).
 
 Durante aquellos años los padres de los niños autistas (y eventualmente sus médicos) reportaban insistentemente a las autoridades de salud de los EE.UU. que el inicio de los síntomas autísticos de sus hijos coincidía o aparecía poco después de la aplicación de sus vacunas.  Para entonces el Autism Research Institute (ARI) de San Diego en California, había observado también un cambio significativo: la mayor parte de los niños recibía el diagnóstico a la edad promedio de 18 meses (9), luego de culminar de recibir el mayor número de sus inmunizaciones, a diferencia de lo que había venido ocurriendo clásicamente durante las décadas pasadas, en donde los síntomas de la enfermedad aparecían en los primeros meses de vida de los niños afectados.
 
De acuerdo a las estadísticas del ARI, para el año 1997 el autismo de inicio tardío o de regresión había alcanzado por lo menos el 80% del total de casos. Durante aquel año la incidencia de autismo se había multiplicado por 10 para seguir creciendo posteriormente, conduciendo finalmente a un aumento del número de casos de aproximadamente 20 veces en los últimos 25 años. A pesar de los cambios en los criterios de diagnóstico antes señalados, el crecimiento exponencial de la enfermedad sugiere que este fenómeno no es debido a errores innatos del metabolismo, sino más bien a una condición adquirida (12).
           
Asimismo, los epidemiólogos notaron que la curvas de incremento de casos de autismo y otros desórdenes del neurodesarrollo infantil, coincidía con el aumento del número de vacunas pediátricas y sus respectivos refuerzos;  estando directamente relacionadas a las dosis de exposición total al thimerosal (ethylmercurio) que contenían como preservante y antiséptico la mayor parte de ellas.
           
Dichas cantidades de mercurio (Hg) excedía largamente los niveles seguros de exposición determinados por la Environmental  Protection Agency  (EPA) de 0,1 microgramos por kilogramo de peso por día (ugr/Kg/día).  En efecto, cuando un niño americano seguía el mismo protocolo utilizado en el Perú y era inmunizado el mismo día contra la Difteria , Tétanos y Pertrusis (DPT), el   Haemophilus influenzae tipo B (Hib) y la Hepatitis viral B (HvB), recibía una dosis total entre 62,5 y 75 ugr de Hg, cifras que en cualquier caso excedían largamente los niveles de seguridad de exposición federales.
           
Se ha estimado que si un niño nacido en los EE.UU. recibía todas las dosis establecidas de vacunación dentro de sus primeros 6 meses de edad, los valores de exposición al Hg habían aumentado de manera significativa con el correr del tiempo:
 
Nacidos 1950 – 1970:            50 ugr de Hg.
Nacidos 1971 – 1975:            75 ugr de Hg.
                                   Nacidos desde 1992:         187,5 ugr de Hg.
 
En otras palabras, las dosis de Hg recibidas tan sólo en los primeros seis meses de vida se habían elevado más de tres veces en menos de 20 años, debido al aumento del número de inmunizaciones aprobadas por la AAP y aceptadas tanto por el US Centers for Disease Control and Prevention (CDC), como la US Food and Drug Administration (FDA) de los EE.UU. Aún más, a los 18 meses de edad la exposición mercurial ascendía a 237,5 ugr y, si adicionalmente se aplicaban tres vacunas contra la influenza hasta el año y medio de vida tal como era sugerido en algunos grupos poblacionales, entonces la exposición total a Hg podría haber sido tan alta como 275 ugr (13,14).
 
Dado que los estudios observacionales mostraban una correlación directa entre las tasas de incidencia de autismo y la exposición mercurial de las vacunaciones y adicionalmente se encontraron múltiples evidencias clínicas y de laboratorios similares entre esta enfermedad y la intoxicación por Hg;  Bernard S. y col. (15) fueron los primeros en establecer formalmente una relación causal.  Desde entonces se ha trabajado intensamente en materia de investigación, obteniéndose evidencias genéticas, bioquímicas, metabólicas, clínicas y terapéuticas que han llevado a muchos científicos y médicos de todo el mundo a aceptar tal hipótesis, desarrollando protocolos de tratamiento que han conducido a la recuperación completa de muchos niños en todo el globo.
 
No obstante, otro preocupante fenómeno se observó concomitantemente. Las curvas de autismo y otros desórdenes del neurodesarrollo aumentaron también estrepitosamente luego de la inclusión de la vacuna triple viral contra el sarampión, la rubéola y las paperas (SRP ó MMR en inglés) en los EE.UU. en  1974 y en el Reino Unido en el año 1987.
 
Wakefield y col. (16) en una información aparecida en la revista médica The Lancet de 1998, fueron los primeros en observar virus vivos del sarampión en el intestino de 12 niños autistas, documentando una hiperplasia linfo-nodular ileal, comprobando luego por reacción de cadena de polimerasa (PCR) que la secuencia genética de dichos virus coincidía con la del virus atenuado administrado en sus vacunas. Desde entonces muchos estudios han confirmado estos hallazgos iniciales, evidenciando además correlación inmunológica y fenómenos autoinmunitarios asociados, que establecerían las bases fisiopatológicas de los trastornos mentales en este grupo de niños. 
 
Actualmente, si bien se acepta que pueden presentarse casos de sobreposición entre ambos, dos tipos principales de autismo han sido descritos (12):
 
·         Tipo I (clásico o desde el nacimiento): ocasionado por un desorden metabólico severo, debido a un error innato del metabolismo con asociaciones genéticas. En los niños afectos, las características autísticas aparecen prontamente en su vida, acompañadas muchas veces de otras alteraciones clínicas que incluso pueden ser más dramáticas. Se han mencionado al menos dos docenas de condiciones asociadas en la literatura: síndrome de Le Cri-du-chat, Prader-Willi, síndrome de Angelman, síndrome de Rubenstein-Taybi, síndrome de Smith-Magenis, síndrome de Rett, histidinemia, enfermedad de Lesch-Nyhan, síndrome de fragilidad del cromosoma X, esclerosis tuberosa, neurofibromatosis tipo 1, fenilcetonuria, entre otros (17-19).
·         Tipo II (adquirido o de regresión): forma relativamente nueva responsable primaria del aumento casi exponencial de casos de autismo en el mundo. Esta variante supone una predisposición genética, pero es determinada por exposiciones tóxicas (metales pesados) e inmunológicas (vacunaciones con virus vivos atenuados). Si bien es cierto que siempre estuvo presente en alguna medida, se ha convertido en la forma más prevalente debido al aumento y severidad de dichos factores de exposición.
 
Se ha señalado que estas dos clasificaciones podrían ser arbitrarias cuando los desórdenes metabólicos de origen genético son casi de igual severidad que los efectos de los insultos adquiridos. Pero está muy claro que los casos de autismo tipo I constituyen ahora una pequeña minoría y que la mayor parte de casos, incluso 19 de cada 20, no hubieran mostrado manifestaciones de autismo si no hubieran sido expuestos a uno o más factores disparadores. De acuerdo a este concepto a mayor exposición tóxica y/o inmunológica, mayores fallas se observarán en el neurodesarrollo, habiéndose comprobado variaciones individuales determinadas por diferencias genéticas, estado inmunológico, condiciones psicológicas y el estado nutricional.
 
Basados en más de 30 años de investigación, el ARI ha determinado que tales insultos condicionantes de las enfermedades del neurodesarrollo infantil son (12):
 
1.      El uso de Hg orgánico (thimerosal) como preservante en las vacunas pediátricas, las cuales se incrementaron en número y frecuencia durante la aparición de la epidemia de autismo en los EE.UU., así como su interacción con otras toxinas contenidas en las vacunas como el aluminio y el formaldehído. Con el retiro del thimerosal de los esquemas de vacunación infantil en los EE.UU. durante el periodo 2002-2004, los expertos han señalado que se deberá esperar hasta el año 2007 para observar el decrecimiento de la epidemia.
2.      El incremento del número e intensidad de las inmunizaciones, vía las dosis multivalentes, especialmente la vacuna contra el sarampión contenida en la combinación triple viral sarampión-rubéola-paperas (SRP).
3.      Las múltiples inmunizaciones dadas tempranamente en la infancia (tal como la vacuna contra la Hepatitis viral B), administradas antes de que se adquiera suficiente maduración metabólica y capacidad inmunológica (20).
4.      El aumento de la contaminación ambiental, dado por la presencia de pesticidas, herbicidas, fungicidas, percloratos, químicos de uso militar, etc.; condicionando mayor exposición a metales pesados y sustancias químicas tóxicas.
5.      El uso del antimonio como un agente no inflamable en las ropas infantiles en algunas zonas de los EE.UU. donde las casas son de madera y la ley americana obligaba a la utilización de pijamas con dicho material.
6.      La disminución de la calidad de la nutrición durante el embarazo y la primera infancia, dada especialmente por la disminución de la lactancia materna y su sustitución por fórmulas lácteas artificiales.
7.      El uso de sustancias de abuso antes o durante la gestación (21).
 
Está claro por lo tanto, que un grupo de enfermedades tan complejas no podría ser causado por un único agente etiológico, sino más bien por la combinación de múltiples factores condicionantes en un niño con vulnerabilidad genética aumentada. De esta manera se ha recomendado actuar de manera integrada sobre todos los factores anteriormente señalados a fin de lograr la prevención eficaz de estas enfermedades del neurodesarrollo infantil. Si bien al parecer, es la mayor exposición mercurial a través de la vacunación infantil el elemento causal más importante, en los numerosos países en donde únicamente se ha procedido al retiro del thimerosal aún continúan presentándose casos nuevos de autismo, aunque sus tasas de incidencia y prevalencia son significativamente más bajas en relación a aquellas naciones en donde dicha toxina aún no ha sido prohibida.
 
 
III. CONTENIDO DE MERCURIO ORGÁNICO EN LOS ESQUEMAS DE VACUNACIÓN PERUANOS
 
Varias agencias de la salud internacionales han desarrollado guías para establecer los niveles seguros de exposición a methylmercurio (otra forma de Hg orgánico previamente mejor y más extensamente estudiada y que históricamente ha servido siempre de comparación con el ethylmercurio del thimerosal). Éstas incluyen a la US Environmental Protection Agency (Mahaffey et al. 1997), la US Agency for Toxic Substances and Disease Registry (ATSDR 1999), la US FDA (Federal Register 1979), y la Organización Mundial de la Salud (OMS 1996). Dichos niveles de exposición varían desde 0,1 microgramos por Kilogramo de peso por día (ugr/Kg/día) de la EPA , hasta 0,47 ugr/Kg/día establecidos por la OMS.
 
El rango amplio recomendado se debe a márgenes de seguridad variantes, diferencias en los énfasis puestos en las fuentes de los datos, los diferentes objetivos de las agencias y el tipo de población a la cual la guía está dirigida a proteger. Todas las guías sin embargo, caen en el mismo orden de magnitud. Si bien es cierto estas guías pueden ser usadas como referencias para evaluar la seguridad de la exposición al Hg orgánico, no necesariamente son valores límites sobre los cuales se presentará toxicidad.
 
Sin embargo, si los niveles de exposición sobrepasan los límites de varias de estas guías, existe consenso por parte de las organizaciones de salud pública antes citadas, de que pueden ocurrir consecuencias adversas contra  la salud (Mahaffey 1999).

          Para aclarar las discrepancias entre las diferentes guías de exposición, el Congreso de los EE.UU. encargó realizar a la Academia Nacional de Ciencias de ese país, un estudio sobre los efectos toxicológicos del methylmercurio, con el objeto de que ofrezca recomendaciones en el establecimiento de la dosis de referencia científicamente más apropiada
(22). Dicho reporte concluyó de que la actual dosis de referencia de la EPA era el nivel científicamente justificable más adecuado para la protección de la salud humana, es decir 0,1 ugr/Kg/día.

          Debido a que a pesar de más de 70 años de vacunaciones con thimerosal, no se cuenta en la actualidad de datos definitivos que comparen la toxicidad del ethylmercurio vs. el methylmercurio, la US FDA considera a ambos como equivalentes en la evaluación del riesgo
(23).

          Se disponen actualmente en nuestro medio de vacunas con concentraciones de thimerosal desde 0,001% (1 parte en 100,000) hasta 0,01% (1 parte en 10,000). El thimerosal es un compuesto constituido en un 50% por ethylmercurio; por lo tanto aquella vacuna conteniendo 0,01% de thimerosal como preservante, tiene 50 microgramos (ugr) de thimerosal por una dosis de 0.5 ml, o aproximadamente 25 ugr de ethylmercurio por dosis de 0.5 ml.
(23).
 
Es así como el contenido de Hg orgánico, bajo la forma de ethylmercurio, en nuestras vacunas infantiles es el siguiente:
 
1.      Difteria-Tétanos-Pertussis (DPT): 25 ugr.
2.      Haemophilus influenzae tipo B (Hib): 25 ugr.
3.      Hepatitis viral B (HvB): 25 ugr.
 
 
            Esquema actual de vacunación - Ministerio de Salud del Perú - 2005:
 
Al nacimiento:
·         BCG: No contiene Hg.
·         HvB: 25 ugr de Hg.
·         Peso promedio al nacer de un niño peruano: 3 Kg .
Dosis seguras:
·         Según EPA: 0,3 ugr. (0,1 ugr/Kg/día).
·         Según OMS: 1,41 ugr. (0,47 ugr/Kg/día).
Niveles de sobre exposición:
·         Según EPA: 83 veces (8,333%).
·         Según OMS: 18 veces (1,733%).
 
A los dos meses:
·         Pentavalente (DTP + Hib + HvB): 3 ugr de Hg.
·         Polio oral: no contiene Hg.
 
                                    A los tres meses:
·         Polio oral: no contiene Hg.
·         DPT: 25 ugr de Hg.
·         Hib acelular: no contiene Hg.
·         Peso promedio a los tres meses de un niño peruano: 5,15 Kg .
Dosis seguras:
·         Según EPA: 0,515 ugr. (0,1 ugr/Kg/día).
·         Según OMS: 2,42 ugr. (0,47 ugr/Kg/día).
Niveles de sobre exposición:
·         Según EPA: 49 veces (4,854%)
·         Según OMS: 10,3 veces (1,033%).
 
                                    A los cuatro meses:
·         Pentavalente (DTP + Hib + HvB): 3 ugr de Hg.
·         Polio oral: no contiene Hg.
 
A los 12 meses:
·         Sarampión, rubéola, paperas (SRP): no contiene Hg.
·         Fiebre amarilla: no contiene Hg.
 
Es de notar que el Ministerio de Salud peruano (MINSA) incluye sólo a la Hib acelular en sus esquemas de vacunación, la misma que carece de Hg. Recientemente retiró las dos dosis de DPT, antes empleadas a los dos y cuatro meses de edad, por una vacuna pentavalente (DPT + Hib + HvB), que se prepara a partir de la combinación de dos vacunas: la Tritanrix HB (DPT + HvB) que contiene tan sólo trazas de Hg (aproximadamente 3 ugr por vacuna), y la Hiberix (Hib acelular) que no contiene Hg.
Gracias a estos cambios la dosis total de ethylmercurio recibido en los primeros cuatro meses de vida de un niño peruano se ha reducido a 56 ugr de acuerdo al Calendario actual de Vacunaciones del MINSA.
 
No obstante en centros de vacunación privados se continúan empleando múltiples inmunizaciones con vacunas que contienen dosis altas de Hg. Por ejemplo, si se aplicaran las vacunas DPT + Hib + HvB el mismo día, suman una exposición total de 75 ugr de Hg, por lo tanto:
 
        Según la EPA el niño debería pesar 750 Kg para no exceder el margen de seguridad.
        Según la OMS el niño debería pesar 159 Kg para no exceder el margen de seguridad.
 
            Asimismo se aplica la vacuna antitetánica a mujeres gestantes en dos dosis a partir del cuarto mes de embarazo, cada dosis contiene 25 ugr de ethylmercurio adicionales, los mismos que se inyectan en un periodo muy susceptible de la vida fetal. Cabe resaltar que tales inmunizaciones se aplican sobretodo a población urbana, cuyos partos ocurren en centros médicos que reúnen condiciones óptimas de esterilidad, lo cual limita significativamente el riesgo de tétanos neonatal a niveles prácticamente inexistentes. No obstante, en las poblaciones rurales, cuyos partos suelen ocurrir en forma domiciliaria o en condiciones de inadecuada asepsia, las coberturas de dicha inmunización permanecen aún bajas.
 
A pesar de los impresionantes niveles de sobre exposición antes consignados, y para mayor preocupación, se deben considerar adicionalmente los siguientes puntos:
 
1.      Los niveles de exposición antes mencionados están dados únicamente por el contenido de Hg en las vacunas y no considera otras fuentes de exposición mercurial tales como los alimentos, la leche materna, el agua u otras fuentes de contaminación del ambiente.  La European Medical Evaluation Agency (EMEA) ha estimado que dichas fuentes, fuera de las vacunas, representan entre 80 y 100 ugr adicionales de Hg por año (24).
2.      Los niveles de seguridad se establecieron para la exposición oral a mercuriales orgánicos; es de esperar que si se administran por vía parenteral (como es el caso de las vacunas), la exposición sea incluso mayor pues los niveles pico sanguíneos aparecen mucho más rápido.
3.      Los rangos de seguridad han sido establecidos en adultos; se sabe que los fetos en desarrollo y los niños pequeños son mucho más susceptibles a la toxicidad mercurial con respecto a los adultos (40).
4.      Últimamente se dispone de datos que muestran que efectivamente el ethylmercurio del thimerosal tiene niveles de vida media sanguíneos más cortos que el methylmercurio; no obstante también se ha demostrado que atraviesa en mayor medida la barrera hematoencefálica y se deposita siete veces más en el cerebro, para transformarse posteriormente en Hg inorgánico (considerado la forma mercurial más toxica de todas) (37).
IV. EVIDENCIAS
           
1. El Ethylmercurio y las enfermedades del neurodesarrollo infantil.
 
            En los EE.UU. se han conducido seis grandes estudios epidemiológicos poblacionales en forma retrospectiva. De ellos, cuatro investigaciones encontraron que la asociación causal entre la exposición a ethylmercurio como thimerosal en las vacunas pediátricas y las enfermedades del neurodesarrollo infantil existía (27-30);  uno finalmente concluyó que no podía aceptar ni rechazar la hipótesis (31)  y el más reciente de todos también la confirmó (10).
           
Otros estudios (32-36) conducidos fuera de los EE.UU., no han mostrado una asociación aparente. Sin embargo en todos ellos se evalúan menores cantidades de exposición mercurial en las vacunas, siendo éstas la tercera parte de las cantidades administradas en los EE.UU. y, hasta hace poco tiempo, en el Perú. Las dosis totales de exposición al thimerosal en las vacunas pediátricas en el Reino Unido, Suecia y Dinamarca de 75 ugr, 75 ugr y 125 ugr, respectivamente, distan bastante de los 237,5 ugr de potencial máxima exposición de acuerdo al calendario de inmunizaciones americano. Precisamente se ha señalado este punto como una de sus principales limitaciones (37). Asimismo dado que al parecer, es muy importante considerar el momento exacto de ocurrida la exposición en relación a la maduración cerebral, los expertos también han notado que en los países donde se han efectuado estos estudios, los esquemas de vacunación difieren grandemente de los calendarios de inmunización establecidos en los EE.UU. y en el Perú,  por lo que sus conclusiones no pueden extrapolarse a estos últimos países (10).  Finalmente se ha hecho notar que el poder estadístico de todos ellos no ha sido validado adecuadamente, por lo que su capacidad para detectar condiciones poco comunes como las estudiadas en estas largas cohortes poblacionales es bastante limitada. Ninguno de los estudios referenciados ha estimado dicho poder estadístico ni definió la manera cómo establecieron el tamaño de las muestras (37).
 
Los desórdenes del espectro autista en los EE.UU., con 60 por 10,000 niños (1 por cada 166) actualmente afectados, son mucho más prevalentes que en los países del norte de Europa como Dinamarca, uno de los países donde el US CDC decidió realizar varios de sus estudios epidemiológicos (33,34) que no han mostrado asociación. En dicho país, el thimerosal fue retirado de las vacunas en 1992 y en la actualidad reporta 7,7 autistas por 10,000 niños (1 por cada 1,300). A pesar de ello, los autores no han sabido justificar tan importantes diferencias epidemiológicas. Otros investigadores también han observado que dadas las grandes diferencias entre el esquema de vacunación pediátrico danés y el americano, las conclusiones de tales investigaciones, incluso si fueran relevantes para Dinamarca, ciertamente no son aplicables en los EE.UU. (38).
           
El primer (y lastimosamente único) gran estudio oficial realizado por el  US CDC en más de 70 años de historia de las vacunaciones, fue conducido por Verstraeten T. y col. utilizando la Vaccine Safety Datalink (VSD), el registro más grande de datos relacionados a la salud y las inmunizaciones en los EE.UU. (31). La investigación se inició el año 1997, siendo sus resultados iniciales presentados tres años después en forma reservada y confidencial en junio del 2000 en el Centro Simpsonwood de Georgia.  De acuerdo a las transcripciones obtenidas gracias a una solicitud apelando al Acta por la Libertad de  Información de los EE.UU. (39), a dicha conferencia asistieron únicamente 52 personas: autoridades de la OMS , del US CDC, de la US FDA , expertos en vaccinología de entonces y representantes de las cuatro compañías fabricantes de vacunas de los EE.UU. (GlaxoSmithKline, Merck, Wyeth y Aventis Pasteur). Tales resultados nunca fueron publicados oficialmente.  No obstante, de acuerdo a las transcripciones de la conferencia, los autores encontraron relación causal estadísticamente significativa entre la exposición mercurial contenida en las vacunas a los tres meses de edad, tanto con el autismo como con el síndrome de déficit de la atención, entre otras enfermedades del neurodesarrollo infantil.  El CDC decidió mantener en reserva tal información y ordenó a los autores continuar trabajando con los datos de la VSD.   Después de tres años adicionales, y luego de múltiples cambios en el diseño y la metodología del estudio, los resultados fueron publicados finalmente en la revista Pediatrics, órgano oficial de la Academia Americana de Pediatría, rectificándose de sus conclusiones iniciales y rechazando la relación causal.
 
 La publicación de este estudio ha recibido el mayor número de críticas y sospechas de falta de independencia por diferentes organizaciones americanas de lucha contra el autismo y la comunidad autista en general de los EE.UU. Curiosamente el autor principal de la investigación (Verstraeten), fue contratado por una de las compañías farmacéuticas americanas antes citadas mucho antes de la publicación final de la investigación y conducido fuera de los EE.UU. a Bélgica.  Asimismo, en una Carta al Editor aparecida en Pediatrics, un año después de publicado su estudio (40), Verstraeten contradice las conclusiones de su propia investigación, y comenta que en realidad su estudio finalmente culminó en un resultado neutro, es decir, que no pudo aceptar pero tampoco pudo rechazar la asociación causal.
 
Desde el año 2000 el US CDC había encriptado la data de la VSD , impidiendo su revisión y análisis por investigadores independientes. Se requirió de la intervención de un Comité de la Casa de Representantes del Congreso de los EE.UU. (4)  para por primera vez permitir el acceso a dicha fuente de datos a investigadores que no se encuentren relacionados a ninguna oficina federal americana ni a las compañías farmacéuticas. Ello ocurrió en forma restringida el año 2004, y hace pocos meses el resultado de dicho estudio fue publicado. La investigación, conducida por Geier & Geier (10) concluye que (sic):
 
“la exposición a Hg a través de las vacunas que contienen thimerosal administradas en los EE.UU. fue un factor de riesgo significativo para la aparición de desórdenes del neurodesarrollo.
 
 Las diferentes sociedades que conforman la comunidad de lucha contra el autismo en los EE.UU., al momento todavía exigen al US CDC el acceso libre y total a la VSD , de modo que pueda realizarse un tercer estudio independiente y definitivo.
 
 
Es conveniente señalar, que la ciencia en general acepta que los estudios de corte epidemiológico pueden aportar tan sólo una parte de la evidencia científica, indicando que un área de investigación requiere mayores estudios clínicos y moleculares a fin de esclarecer un determinado fenómeno. En el caso del thimerosal, en los últimos años se han desarrollado extensas investigaciones clínicas, tanto en seres humanos como en animales de experimentación, in vivo e in vitro; así como numerosos estudios biomoleculares que describen la habilidad del thimerosal para ocasionar desórdenes neurológicos.
 
Está totalmente establecido que todas las formas de Hg (incluyendo el ethylmercurio) son neurotóxicas, especialmente durante las fases tempranas del desarrollo cerebral (25,41-46).
 
A la fecha están a disposición trabajos de investigación en niños autistas en los que se demuestra la incapacidad que tienen éstos para excretar Hg y otros metales pesados en la orina y el cabello (47,48); y cómo dicha capacidad aumenta significativamente luego de que se les administra compuestos quelantes (sustancias capaces de eliminar metales pesados del organismo). El ARI viene utilizando de manera protocolizada diversos quelantes en el tratamiento de desintoxicación de las enfermedades del neurodesarrollo infantil desde hace algunos años, reportándose mejorías significativas (y en numerosos casos recuperaciones completas) en los niños afectados por este grupo de enfermedades (49,50).
 
Actualmente se han identificado polimorfismos genómicos específicos para enzimas en el ciclo de la methionina y la transulfuración que explican la susceptibilidad aumentada a la intoxicación por metales pesados en la población autista, toda vez que dichas rutas metabólicas son precisamente las responsables de la eliminación de dichas toxinas (51-53).  Adicionalmente, se sabe que el cerebro en desarrollo es único en su susceptibilidad a la neurotoxicidad inducida por agentes mercuriales; factores tales como la maduración cerebral, el metabolismo, el estado nutricional, el sexo y la inmunogenicidad influencian, además de la vulnerabilidad genética, en el pronóstico del daño cerebral (25).
 
Estudios conducidos en modelos animales han demostrado cantidades sustanciales de thimerosal en sangre y en diferentes tejidos (especialmente el cerebro); documentándose su pasaje a través de la barrera hemato-encefálica y placentaria, determinándose que el tiempo de vida media del Hg en el cerebro animal es de 28 días después de administrado como thimerosal (54-56).
 
Asimismo se ha comprobado fehacientemente la toxicidad del thimerosal, incluso a concentraciones micromoleculares, sobre las neuronas y fibroblastos humanos (46,57,58) así como sobre los linfocitos T (59), dañando sus mecanismos mitocondriales e induciendo stress oxidativo y depleción de glutathion, el principal agente desintoxicador fisiológico de metales pesados.
 
Los estudios hechos recientemente en el Departamento de Bioquímica de la Universidad de Kentucky por el profesor Haley son reveladores (46). Los investigadores han encontrado al thimerosal incluso más neurotóxico que la forma iónica de mercurio (Hg2+), debido al enorme poder de penetración que posee en tejidos grasos tales como el sistema nervioso central. Asimismo han observado que la toxicidad de la sustancia no depende sólo de sus niveles sanguíneos, sino también de otros factores asociados: enfermedad concomitante, exposición simultánea tanto a otros metales pesados (zinc iónico, cadmio, plomo, aluminio) como a antibióticos (tetraciclinas, ampicilina, neomicina), susceptibilidad genética, niveles de testosterona, los extremos de la vida, stress oxidativo, etc.;  todos los cuales incrementan el daño en relación a un individuo sano. Sus estudios en células nerviosas humanas expuestas a pequeñísimas cantidades de thimerosal (aún a concentraciones de 1:10,000 como en las vacunas) muestran como esta toxina destruye neuronas y/o afecta severamente su crecimiento. Han observado que una solución con 50 nanomoles de thimerosal causa la muerte del 43% de las neuronas expuestas en las primeras 24 horas, mientras que una solución con el doble de concentración ocasiona cerca de 83% de muerte celular en el mismo lapso, concluyendo que su uso medicinal es inadmisible, especialmente en el campo pediátrico.
 
      Los mismos autores han demostrado que la toxicidad del thimerosal es exacerbada cuando el preservante se emplea simultáneamente con otros metales pesados tales como el zinc iónico, cadmio, plomo o aluminio. Es de resaltar que sus investigaciones han podido documentar que los mismos niveles de thimerosal causantes del 50% de muerte neuronal, producen la muerte de cerca del 90% de las células nerviosas humanas en presencia de niveles no tóxicos de cloruro de aluminio (46). Este poder de toxicidad sinérgica (aumentada) es de gran preocupación, dado que muchas de las vacunas con thimerosal contienen también aluminio, no habiéndose realizado estudio alguno sobre la bioseguridad de este punto. Cabe señalar que el aluminio es también una conocida neurotoxina y ha sido relacionado causalmente a la miofasceitis macrofágica. Asimismo debe señalarse que desde hace décadas existen trabajos documentando la mayor toxicidad de ambos metales cuando se usan en forma conjunta (60)
 
Baskin y col. (57) han estimado que las cantidades de thimerosal contenidas en los esquemas de vacunación pediátricos alcanzan valores 4 veces mayores que las concentraciones más bajas a las cuales dichos autores encontraron toxicidad neurológica (201 ugr/L) en su estudio. Concluyen que la rápida aparición de daño ocasionado por thimerosal en bajas concentraciones micromolares, observadas en periodos cortos de tiempo es de suma preocupación, pues estiman que la exposición prolongada a thimerosal a pequeñas cantidades (como sucede durante las vacunaciones) podría producir daño neurológico a dosis incluso menores.  
 
James y col. (61) han demostrado que el thimerosal induce stress oxidativo y la apoptosis (muerte celular autoprogramada) de células T humanas activando vías metabólicas mitocondriales de muerte celular. Es de resaltar que conocidos tóxicos como agentes antineoplásicos utilizados en quimioterapia, las radiaciones ultravioleta y las moléculas de stress (oxígeno reactivo y especies de nitrógeno reactivo), actúan a este mismo nivel celular (59).   Asimismo sus estudios han mostrado cómo dicha toxicidad mercurial está correlacionada a los niveles intracelulares de glutathion y la forma cómo esta última sustancia podría ser de utilidad terapéutica en los niños, ancianos y mujeres embarazadas que reciben vacunaciones o inmunoglobulinas con thimerosal y en los individuos que consumen regularmente pescado conteniendo cantidades apreciables de Hg.
 
 Recientemente también se ha descrito que la metilación juega un rol crítico en la habilidad de los factores de crecimiento tisulares para promover el desarrollo normal. El thimerosal ha demostrado ser un potente inhibidor de dicha función, otorgando una explicación molecular de cómo las vacunas pueden incrementar la incidencia de las enfermedades del neurodesarrollo (58,61-64)Waly y col. en un fascinantes estudio (41) han mostrado cómo la exposición a metales pesados (incluyendo plomo, mercurio y aluminio), puede contribuir a las enfermedades del neurodesarrollo a través de la inhibición de las vías metabólicas de metilación -especialmente la metilación del DNA- y la disminución de diversos factores del desarrollo (factor de crecimiento neurotrópico, factor neurotrópico cerebral y el factor de crecimiento similar a la insulina tipo 1), los cuales son indispensables para la promoción del desarrollo neurológico y soportan la función y la sobrevivencia del sistema nervioso (122-124)
 
El autismo, finalmente, se ha podido reproducir en los animales de experimentación satisfaciendo uno de los antiguos principios etiológicos de Pasteur. Efectivamente, utilizando cepas seleccionadas de ratones cuyos cerebros se encontraban en desarrollo y exponiéndolos a thimerosal, se han podido replicar síntomas similares a los de la enfermedad (68).  Empleando el mismo modelo de investigación, también se ha observado la interacción dañina entre el thimerosal y la testosterona (46,69), comprobándose la mayor susceptibilidad al daño mercurial entre los animales de género masculino.  Es de notar que los desórdenes del neurodesarrollo infantil son cuatro veces más frecuentes entre los varones que entre las niñas (8).
 
Un estudio descriptivo publicado el año 2002, mostraba aparentemente buenas noticias; el thimerosal, después de inoculado en seres humanos a través de las vacunas, presentaba niveles sanguíneos significativamente menores y más cortos que el methylmercurio (otra forma de Hg orgánico presente en el agua y los alimentos), excretándose en cantidades apreciables en las heces (70). Los expertos de la OMS desde entonces asumieron que dadas las diferencias entre ambas formas mercuriales, el thimerosal de las vacunas era seguro. Tal aseveración resulta ser muy frágil y prematura, dado que el mencionado estudio no tomó muestras de otros compartimentos corporales (tales como el sistema nervioso), no midió los niveles pico séricos luego de la inyección de thimerosal, no fue diseñado para valorar el efecto biológico del preservante (tan sólo medir variables farmacocinéticas) y fue realizado en una población extremadamente pequeña (33 niños). Es de resaltar que ha sido determinado que el sistema nervioso toma preferentemente el Hg proveniente del thimerosal, entre 5 y 7 veces más que los niveles observados en la sangre (71,72).
 
Desde hace varios años atrás, estudios in vivo hechos en roedores habían mostrado que el ethylmercurio era capaz de atravesar las membranas celulares y luego ser convertido intracelularmente a Hg inorgánico, el mismo que se acumula preferentemente en el cerebro y los riñones. Dicha acumulación intracelular de Hg inorgánico demostró ser mayor para el ethylmercurio (thimerosal) en relación al methylmercurio empleando exposiciones equimolares, pese a que la velocidad de depuración sanguínea del ethylmercurio es definitivamente más rápida que la del methylmercurio (73).
 
No obstante, se ha determinado que no existen mayores diferencias entre la toxicidad del methylmercurio y el thimerosal. Pequeñas cantidades de thimerosal, en el orden de microgramos en el cerebro de los animales de experimentación, fueron capaces de producir similar daño neurológico indicando que la presencia de Hg no era necesaria para que tal neurotoxicidad ocurriera (73).
 
Un muy reciente estudio, confirma estas mismas observaciones: los niveles sanguíneos de thimerosal son significativamente más cortos que los mostrados por methylmercurio: 8,6 días vs. 21,5 días respectivamente. No obstante, las muy malas noticias son que el primero atraviesa en mayor grado la barrera hemato-encefálica para depositarse en el cerebro, transformándose luego en Hg inorgánico (considerado la forma mercurial más tóxica de todas) siete veces más (71% vs. 10%) en comparación con el methylmercurio. Se sabe además, que el tiempo de vida media del Hg inorgánico intracerebral varía entre 227 y 540 días (26).
 
Un reporte reciente del Environmental Working Group, tras una extensa investigación, ha develado las múltiples conexiones entre la exposición mercurial, especialmente procedente de las vacunas infantiles, y los desórdenes autistas, confirmando la posibilidad de que el Hg sea el factor que cause o contribuya a dichas enfermedades (74).
 
Aunque sea difícil de creer, ningún gran estudio de bioseguridad del thimerosal fue realizado por las compañías farmacéuticas ni requerido por la US FDA o el US CDC en más de 70 años de la historia de las inmunizaciones humanas (4). Por el contrario en un Reporte de Data de Seguridad del thimerosal hecho por la compañía farmacéutica que licenció el producto (75), consta que (sic):
 
 “el componente mercurial ha causado efectos sistémicos en los animales de experimentación, incluyendo retardo mental de leve a severo y compromiso de la coordinación motora”.
 
 Por dichas razones, y tal como correspondía, el thimerosal fue considerado tóxico y retirado de las vacunas animales en al año 1992. Pero lo que nunca fue aclarado, es que en el mismo documento, en lo que se refiere a la exposición humana dice (sic):
 
 “la exposición al Hg in útero y en los niños puede causar retardo mental de leve a severo y compromiso de la coordinación motora de leve a severo”.
 
Asimismo los Reportes de Data de Seguridad de los laboratorios Merck en Europa (76) también informan al thimerosal como un producto extremadamente tóxico, peligroso para el medio ambiente y dañino en sus efectos acumulativos.  No obstante, y a pesar de esta valiosísima información sobre su reconocida neurotoxicidad, el producto continuó empleándose en las vacunas humanas durante más de 10 años en los EE.UU. hasta que fue retirado por iniciativa de la US FDA y,  por supuesto, se sigue administrando en las mujeres embarazadas y los niños de aquellos países en donde no hay disposiciones que lo prohíban tales como el Perú.
 
Desde hace varios años la Academia Americana de Pediatría (AAP) sabía de lo perjudicial de la exposición mercurial.  En un reporte técnico del año 2001 (25) concluyen (sic):
 
“El feto en desarrollo y los niños pequeños son desproporcionalmente afectados por la exposición al Hg, debido a que muchos aspectos del desarrollo, particularmente la maduración cerebral, pueden ser afectados por la presencia de Hg. Minimizar la exposición al Hg es, por lo tanto, ESENCIAL para optimizar la salud de los niños”.
 
Por estas razones la AAP desde el año 1999 reclamaba ya la reducción o eliminación urgente de las vacunas que contenían al thimerosal como preservante (42). Dos años después y hasta la fecha, todas las vacunas incluidas en el calendario de vacunación pediátrico americano dispuesto por la AAP no contienen thimerosal (40), siendo tan sólo la vacuna contra la influenza (gripe) la única inmunización pediátrica empleada en los EE.UU. que aún contiene cantidades elevadas de Hg.    
 
Algunos autores (77)  han reportado recientemente que al disminuir la dosis de exposición al Hg contenido en las vacunas, se ha observado una disminución correspondiente en la prevalencia de autismo en los EE.UU.  A pesar de ello la US FDA nunca se ha pronunciado prefiriendo las vacunas libres de thimerosal sobre las que lo contienen;  de hecho si bien desde el año 1999 todas las sociedades científicas médicas y las autoridades gubernamentales de la salud de los EE.UU. decidieron el pronto y urgente retiro de dicho preservante, tal proceso nunca se llevó a cabo en forma adecuada, no completándose el consumo y/o retiro de las vacunas conteniendo thimerosal sino hasta el año 2003, hecho que le ha significado duras críticas por parte del Congreso de los EE.UU (4).
 
SafeMinds, una organización no gubernamental de lucha contra el autismo en los EE.UU., utilizando los datos del Departamento de Discapacidades del Desarrollo del estado de California, hace pocos meses ha publicado un informe donde demuestra por primera vez que durante los años 2003 y 2004, en niños inmunizados con vacunas libres de thimerosal, la prevalencia de autismo ha comenzado a disminuir significativamente luego de más de 15 años de observarse un crecimiento sostenido de la enfermedad (78).  Los años futuros sin duda mostrarán mejor evidencia del fenómeno de regresión epidemiológica.
 
      En ese sentido se ha comentado que la historia del autismo adquirido quizás termine como el caso de la acrodinea (46), donde el retiro de la sustancia causante (e.i. el Hg contenido en las pastas dentríficas) condujo a la desaparición de la enfermedad y a la ulterior identificación de la causa. Se requirieron más de 10 años después de la suspensión de esta forma de exposición mercurial, para que la medicina formalmente reconociera que éste había sido el agente causal del trastorno. Es conveniente señalar que muchos de los síntomas descritos en la acrodinea son similares a los observados actualmente en los niños identificados como autistas o con síndrome de déficit de la atención.
 
 
 
2. La Vacuna triple viral y las enfermedades del neurodesarrollo infantil.
 
La vacuna contra el sarampión, la rubéola (sarampión alemán) y las paperas (SRP), llamada también vacuna triple viral, fue introducida a los EE.UU. en el año 1978 y una década más tarde en el Reino Unido. Diferentes autores han observado que poco después de su introducción se apreciaron incrementos significativos en el número de casos nuevos de autismo en ambos países en una proporción similar (9,79). Es así como el incremento de la prevalencia de autismo en Londres fue casi idéntico al observado en California 10 años antes, cuando dicha vacuna se comenzó a emplear en el régimen de inmunizaciones americano en forma amplia.
 
      Taylor y col. (80) reportaron una significativa asociación temporal entre el autismo de nacimiento y el autismo atípico (adquirido),  6 meses después de la vacunación contra SRP en Inglaterra para las cohortes de nacidos entre 1979 y 1992.
 
      De acuerdo al US Department of Education (81), el número de casos de autismo entre los niños y jóvenes de 6 a 21 años que asistían a las escuelas de los EE.UU. se incremento de 12,222 entre 1992-1993, hasta 118,602 entre los años 2002-2003, representando un incremento del orden del 870% en tan sólo una década. Aumentos similares han sido reportados también en las escuelas de Inglaterra, Escocia y el Canadá (38).
 
      Históricamente desde 1950 hasta 1970, el autismo de inicio tardío, es decir, aquel que aparece entre los 18 y 24 meses de edad, era raramente reportado. Siguiendo a la introducción de la vacuna SRP, los padres (y los profesionales médicos) comenzaron a informar que sus niños, previamente sanos, detenían su desarrollo normal para luego regresionar en términos de su interés por lo que les rodeaba, su sociabilidad y su habilidad para comunicarse; al mismo tiempo que desarrollaban conductas obsesivas, pérdida del lenguaje y otras capacidades adquiridas, apareciendo hiperactividad y pérdida prominente de la atención (82). Todos estos aspectos significaban notorios cambios comparados con el periodo previo a la administración de la vacuna cuando estos mismos niños eran considerados neurológicamente normales.
 
      Las relaciones etiológicas entre daño neurológico de diferente índole, incluyendo los espectros autistas, y la vacunación con virus vivos atenuados del sarampión, la rubéola y las paperas contenidos en la vacuna SRP fueron descritos por primera vez por Wakefield y col. en el año 1998. Sus estudios iniciales demostraron la presencia de virus vivos del sarampión replicándose en biopsias de 12 niños ingleses con el diagnóstico de autismo de regresión, documentando una inflamación intestinal con hipertrofia nodular a nivel de la región ileal, hecho no observado en niños de control (16).
 
      Luego de este trabajo original, que le significó al autor severas críticas por parte de la comunidad médica inglesa de la época, diferentes investigadores independientes de todo el mundo han confirmado los mismos hallazgos en cientos de pacientes, demostrando la posible asociación entre la vacunación contra SRP y la forma de autismo de regresión en niños con desarrollo neurológico previamente normal (82-87).
 
      De la misma manera se han documentado evidencias de la presencia de RNA genómico del virus del sarampión tanto en biopsias intestinales, como en  células sanguíneas y muestras del líquido céfalo-raquídeo de los niños con diagnóstico de autismo (85,86,,88). Igualmente se han encontrado múltiples evidencias serológicas que confirman la coexistencia de anticuerpos contra antígenos del virus del sarampión, específicamente el antígeno de hemaglutinina (MV-HA) y la presencia de autoanticuerpos contra la proteína acídica fibrilar glial y la proteína básica de la mielina en la mayoría de los niños autistas, mas no en niños sanos (89-93).
 
      Así, se ha demostrado (93-97) que los niños autistas tienen una respuesta inmunológica exagerada ante el virus del sarampión, la cual en ausencia de una infección por el virus natural, constituye la señal de una reacción inmune anormal a la cepa administrada en la vacuna o una reactivación viral.  De hecho, hace tiempo se ha reconocido que el autismo está asociado a diversos factores de susceptibilidad inmunogenética, antecedentes familiares de enfermedades autoinmunes, reacciones inmunológicas exacerbadas y, en ocasiones, respuestas satisfactorias a terapias sobre el sistema inmunológico. Colectivamente por lo tanto, estos hallazgos favorecen la idea de que la autoinmunidad juega un rol causal en el autismo (92,94).
 
      A la fecha existen abundantes trabajos de investigación documentando la presencia de patología inflamatoria intestinal muy característica en asociación con autismo de regresión, desórdenes desintegrativos de la infancia, desorden de déficit de la atención e hiperactividad, autismo en general y el síndrome de Asperger (95-105). Tales hallazgos sugieren la presencia de un mismo mecanismo fisiopatológico común entre estos trastornos del neurodesarrollo infantil.
 
      De esta manera se ha planteado (82) que en niños genéticamente predispuestos, la cepa de virus vivo del sarampión inoculada en la vacuna SRP puede manifestarse como una infección sarampionosa atípica, que no causa el exantema característico de la enfermedad pero que reproduce los síntomas neurológicos vistos en niños con autismo. Fisiopatológicamente hablando, tres mecanismos no excluyentes mutuamente han sido postulados:
 
1.      Invasión viral directa del sistema nervioso por ese virus neurotrópico.
2.      Reacciones autoinmunes con o sin la presencia del virus del sarampión en el sistema nervioso central, tal como se ha descrito en la encefalomielitis post-sarampionosa (106).
3.      Una interacción indirecta entre el cerebro y el tubo digestivo, mediada por una encefalopatía metabólica tóxica de manera análoga a la observada en la encefalopatía hepática (106).
 
      El hecho de que algunos niños hayan regresionado luego de recibir su vacunación inicial contra SRP, luego hayan mejorado y después nuevamente regresionado al recibir la dosis de refuerzo, también ha sido documentado en numerosos casos, sugiriendo una conexión entre el autismo y dicha vacuna. Otros investigadores han estimado que la vacunación contra SRP podría potencialmente ser el factor precipitante entre el 5 y el 10% de los casos adquirido en los EE.UU. (108).
 
      A pesar de que en la actualidad existe un racional consenso entre todos los investigadores expertos, en el sentido que los datos epidemiológicos no podrán resolver definitivamente el asunto si la vacunación con virus vivos contra SRP está asociada o no al incremento del riesgo de autismo en una fracción de los niños vacunados (los mismos que inusualmente serían más susceptibles al daño producido por dicha vacuna), se disponen de varios estudios epidemiológicos y ecológicos cuyos resultados son dispares y contradictorios. Varios trabajos de investigación han concluido que no existe asociación entre la vacunación contra SRP y el autismo (80,109-119). No obstante numerosos investigadores han argumentado que tales estudios tienen insuficientes periodos de seguimiento, inadecuado poder estadístico debido a pequeñas muestras poblacionales, recolección inapropiada de los datos, cambios en los criterios de diagnóstico, conflictos de intereses u otras limitaciones (119,120)
 
      El estudio recientemente publicado por Honda y col. (121) realizado en el Japón es, particularmente, singular. Los autores concluyen que el retiro de la vacuna contra SRP en dicho país no se acompañó de la disminución esperada de casos nuevos de autismo, sino que por el contrario siguieron aumentando, por lo que concluyen que dicha vacuna parecería no ser la causa principal de la enfermedad y su retiro no sería de utilidad en países como los EE.UU. o el Reino Unido donde todavía se utiliza.
 
      Sin embargo, y sin considerar varias observaciones técnicas que invalidarían las conclusiones de la investigación hechas por diversos autores (108,122), existen tres aspectos importantes a saber:
 
1.      En realidad, efectivamente se dejó de emplear la vacuna contra SRP en el año 1992 en el Japón, debido a que la cepa Urabe AM9 del virus en ella contenida contra las paperas, resultó ser causa de numerosos casos de encefalitis, desencadenando el comprensible temor entre la población japonesa, reduciéndose la cobertura de inmunizaciones de esta vacuna en forma progresiva desde finales de los años 80’s hasta prácticamente cero durante 1992. Las autoridades japonesas reintrodujeron las vacunas contra estas enfermedades al año siguiente (utilizando una cepa diferente del virus de las paperas no causante de encefalitis), utilizando vacunas monovalentes en un esquema de inmunizaciones a partir de los 12 meses de edad, aplicando cada una de las tres vacunas en un periodo no mayor de 4 semanas. No obstante, en algunos casos se aplicaban dos de las tres inmunizaciones el mismo día. En otras palabras, la vacuna contra SRP fue “reemplazada” por las inmunizaciones “S-R-P” o en muchos casos “SR-P”, en detrimento de lo recomendado por el ARI y el Dr. Andrew Wakefield, quienes sugieren vacunar contra cada una de las tres enfermedades virales por separado y con un periodo de aplicación no menor de 12 meses entre cada una de ellas (véase más adelante). Queda claro por lo tanto, que para efectos prácticos, los niños japoneses continuaron siendo inmunizados contra las tres enfermedades durante su segundo año de vida, empleando virus vivos atenuados en una exposición temporal muy próxima.
2.      Cuando se han observado cuidadosamente las cifras de incidencia de autismo en el Japón, este estudio revela que durante el año 1992, posterior al retiro antes señalado de la vacuna SRP, los casos de autismo disminuyeron significativamente para luego volver a incrementarse años más tarde cuando las coberturas de inmunización “S-R-P” se hicieron masivas (123). Está claro que la interpretación de las cifras epidemiológicas hechas durante esos mismos años, muestran que mientras las tasas de vacunación contra SRP ascendían en el Reino Unido y eran bajas o ausentes en el Japón, el autismo se incrementó sustancialmente más en Europa que en el país asiático. 
3.      Al igual que con otros estudios, las conclusiones de esta investigación no pueden ser extrapoladas a comunidades cuyos esquemas de vacunación infantil difieren significativamente en relación al japonés. Es conveniente resaltar que en el Japón, adicionalmente a las vacunas con thimerosal empleadas en otros países como el nuestro, se usó durante el periodo de esta investigación la vacuna contra la encefalitis japonesa que contiene 17,5 ugr de Hg por dosis, en un esquema de tres aplicaciones en un mismo mes (días 0-7-30), comenzando a partir de los 12 meses de edad y en algunas circunstancias era permitido un régimen más acortado (días 0-7-14). La tasa de autismo estimada por estos autores en el Japón de 161/10,000 ó 1 por cada 62 niños, es la prevalencia reportada más alta en un estudio epidemiológico jamás publicado, y habla por si misma.
 
      Por el contrario, Goldman y col. (120) han reportado por primera vez que los datos de prevalencia en series longitudinales de pacientes sugieren una asociación temporal entre la introducción de la vacuna contra SRP en Dinamarca y el aumento del autismo, contradiciendo un reporte anterior (119).  Dichos autores demostraron que la prevalencia de autismo entre niños de 5 a 9 años de edad, se incrementó de 8,38/100,000 antes de la introducción de la vacuna (1980-1986), a 71,43/100,000 para el año 2000, lo cual representa un aumento del 370% de casos. En su investigación original, estos autores son los primeros en introducir mejoras metodológicas en el modelo de su estudio con el objeto de eliminar las distorsiones causadas por los cambios en los criterios de diagnóstico durante el periodo de seguimiento (1993/1994) y el registro de datos (1995), circunstancias que no fueron consideradas en la investigación previa que no encontró asociación (119).  Los autores concluyen que existe un aumento del riesgo de padecer autismo de regresión del orden de 4,7 veces luego de la inclusión de la inmunización contra SRP en Dinamarca. De acuerdo a los mismos autores, el retorno al uso de vacunas monovalentes podría ser apropiado hasta que se desarrollen alternativas más seguras de inmunización.
 
      Lauritsen y col. (124) también han contribuido al estudio de los datos daneses, aportando datos que confirman un significativo aumento en el reporte de la incidencia y prevalencia de autismo y otras enfermedades del neurodesarrollo infantil en Dinamarca, durante el periodo 1971-2000, coincidiendo con la introducción y amplio uso de la vacuna contra SRP. Los mismos autores demuestran definitivamente que tales incrementos no fueron debidos a cambios en los criterios de diagnóstico ni a los métodos del registro de datos.
 
      En el año 2003, Geier & Geier (125), evaluando la base de datos del Sistema de Reportes de Eventos Adversos a las Vacunas (VAERS) del US CDC, encontraron una asociación de causalidad positiva entre la vacunación contra SRP y el autismo, con un riesgo atribuido de 4,2 (cifra muy parecida a la del estudio hecho por Goldman y col. en Dinamarca).  Dichos investigadores reportan haber encontrado mayor riesgo de desórdenes neurológicos serios (incluyendo autismo), daño cerebral permanente, ataxia y retardo mental luego de la inmunización pediátrica con la vacuna SRP.
 
      Los mismos autores recientemente han publicado otro gran estudio (77) en el que concluyen que existe suficiente evidencia biológica y epidemiológica que demuestra la relación directa entre la vacuna contra SRP y desórdenes neurológicos serios. Observan que conforme la cobertura de inmunizaciones con la vacuna SRP se incrementó desde un 60%, a mediados de los años ochenta, hasta alrededor del 90% durante los noventa; la prevalencia de autismo se elevó en un 30% en los EE.UU. Globalmente describen que la vacuna SRP potencialmente contribuyó al aumento de la prevalencia de autismo en los EE.UU. durante la década de los 80’s, y que las dosis crecientes de thimerosal contenidas en las vacunas infantiles contribuyeron al subsecuente incremento en la prevalencia de la enfermedad durante la década siguiente. Los autores recomiendan mayor investigación para desarrollar una política de vacunación más segura, sugiriendo que una alternativa útil probablemente consistiría en inmunizar para cada una de las tres enfermedades (sarampión, rubéola y paperas) por separado.
 
      Las razones por las que el ARI y el Dr. Wakefield  han sugerido la práctica de vacunaciones monovalentes (por separado) se han basado en las siguientes observaciones:
 
1.      No se han efectuado estudios adecuados sobre la seguridad del empleo de la vacuna SRP (126).
2.      Los estudios clínicos iniciales del empleo de la vacuna SRP mostraron una “interferencia” entre los tres componentes virales combinados. Tal interferencia aparentemente podría mediar una respuesta inmunológica alterada en el vacunado, situación que hasta la fecha no ha sido tampoco adecuadamente investigada (127,128).
3.      Los niños que había experimentado la infección natural por sarampión (o la vacunación monovalente contra el sarampión) y la infección natural por paperas durante el mismo año, mostraban un riesgo significativamente más alto de desarrollar con posterioridad una enfermedad inflamatoria intestinal (129). Se ha estimado que este efecto de interferencia inmunológica podría operar durante un año o más entre la exposición a ambos virus. De hecho es conocido que los virus naturales del sarampión o los contenidos en las vacunas pueden suprimir el sistema inmunológico durante periodos prolongados después de su exposición (130).
 
      En ese sentido, también han sido empleadas vacunas infantiles aerosolizadas contra SRP, encontrándose significativamente mayores tasas de respuesta inmunológica con menores efectos adversos cuando han sido comparadas con las vacunas inyectadas (131-134).   Otros autores (135) también han recomendado estrategias más seguras de vacunación contra SRP utilizando vacunas acelulares que no contengan virus vivos replicantes.
 
      Finalmente es de notar que el Programa Nacional de Compensaciones por Injuria de las Vacunas de los EE.UU. ha establecido que los casos de niños con diagnóstico de encefalopatía, cuyos síntomas neurológicos perduren más de seis meses, y que aparezcan en los primeros 15 días luego de la aplicación de la vacuna SRP, estarán cubiertos por dicho fondo de compensaciones (136,137).
 
      Ciertamente que la incidencia de autismo y otros desórdenes del neurodesarrollo infantil ha continuado aumentando incluso en los países en donde se había retirado previamente el Hg de las vacunas pediátricas. No obstante, la mayoría de autores coinciden en que tal fenómeno se debe a inadecuados estudios de prevalencia realizados antes y después de la suspensión del thimerosal en sus vacunas y a la introducción y posterior uso masivo de la vacuna triple viral (120,138,139).
 
Ingredientes de vacunas pediátricas y los posibles efectos secundarios

Vaccines Vacunas

By multiple manufacturers Por múltiples fabricantes

Ingredients* Ingredientes *

partial list in one en una lista parcial
or more vaccines o más vacunas

Side Effects** Efectos secundarios **
including a partial list of reactions, events & reports* incluida una lista parcial de las reacciones, eventos e informes *

DTaP DTaP
(Diptheria, Tetanus, Toxiods, and Acellular Pertussis) Vaccine Absorbed (Difteria, Tétanos, Toxiods, y tos ferina acelular) Vacuna Absorbida
Aluminum Phosphate, Ammonium Sulfate, Aluminum Potassium Sulfate, Thimerosal [a vaccine preservative that is approximately 50% mercury by weight] Formaldehyde or Formalin, Glutaraldehye, 2-Phoenoxyethanol, Dimethyl-betacyclodextrin, Sodium Phosphate, Polysorbate 80. Fosfato de aluminio, sulfato de amonio, sulfato de aluminio potásico, Timerosal [conservante que una vacuna es de aproximadamente el 50% de mercurio en peso] El formaldehído o formol, Glutaraldehye, 2-Phoenoxyethanol, Dimetil-betacyclodextrin, fosfato sódico, polisorbato 80.
Autism, fever, anorexia, vomiting, pneumonia, meningitis, sepsis, pertussis, convulsions, febrile, grand mal, afebrile and partial seizures, encephalopathy, brachial neuritis, Guillain-Barré syndrome, Sudden Infant Death syndrome. Autismo, fiebre, anorexia, vómitos, neumonía, meningitis, sepsis, la tos ferina, convulsiones febriles, de gran mal, sin fiebre y las crisis parciales, encefalopatía, neuritis braquial, síndrome de Guillain-Barré, síndrome de muerte súbita del lactante.
DTaP/HepB/IPV Combination Vaccine, Diphtheria and Tetanus Toxoids and Acellular Pertusis Adsorbed, Hepatitis B (Recombinant) and Inactivated Poliovirus Vaccine Combined DTaP / HepB / IPV combinación de vacunas, Difteria y Tétanos Toxoids y Pertusis adsorbida acelular, la hepatitis B (recombinante) y de poliomyelits Vacuna inactivada combinada
Aluminum Hydroxide, Aluminum Phosphate, Formaldehyde or Formalin, Glutaraldhyde, Monkey Kidney Tissue, Neomycin, 2-Phenoxyethanol, Polymyxin B, Polysorbate 80, Antibiotics, Yeast Protein. Hidróxido de aluminio, fosfato de aluminio, formaldehído o formol, Glutaraldhyde, Mono de tejido renal, Neomicina, 2-Fenoxietanol, polimixina B, Polisorbato 80, antibióticos, proteínas de levadura.
Seizures, diabetes mellitus, asthma, Sudden Infant Death Syndrome, upper respiratory tract infection, abnormal liver function tests, anorexia, jaundice, shock, encephalopathy, Stevens-Johnson syndrome, brachial neuritis. Convulsiones, diabetes mellitus, asma, síndrome de muerte súbita, infección del tracto respiratorio superior, pruebas de función hepática anormal, anorexia, ictericia, shock, encefalopatía, síndrome de Stevens-Johnson, neuritis braquial.
Flu Vaccine Vacuna contra la gripe
Influenza Virus Vaccine Vacuna contra el virus de la gripe
Thimerosal [a preservative that is approximately 50% mercury by weight], Chick Kidney Cells, Egg Protein, Gentamicin Sulfate, Antibiotics, Monosodium Glutamate [MSG], Sucrose Phosphate Glutamate Buffer. Timerosal [conservante que es aproximadamente un 50% de mercurio en peso], Chick células de riñón, de proteínas de huevo, de sulfato de gentamicina, antibióticos, glutamato monosódico [MSG], Sacarosa tampón fosfato glutamato.
Significant respiratory and gastrointestinal symptoms, seizure, allergic asthma , decreased appetite, increased mitochondrial encephalomyopathy,  partial facial paralysis, Guillain-Barré syndrome, Bell's palsy,  Stevens-Johnson syndrome, herpes zoster [shingles]. Significativa los síntomas gastrointestinales y respiratorias, convulsiones, asma alérgica, disminución del apetito, aumento de mitocondrial encephalomyopathy, parcial parálisis facial, síndrome de Guillain-Barré, parálisis de Bell, síndrome de Stevens-Johnson, herpes zoster [tejas].
Hep B Vaccine Hepatitis B Vaccine Vacuna contra la hepatitis B, vacuna contra la hepatitis B
Aluminum Hydroxyphosphate Sulfate, Amino Acids, Dextrose, Phosphate Buffers, Potassium Aluminum Sulfate, Formaldehyde or Formalin, Mineral Salts, Soy Peptone, Yeast Protein Hidroxifosfato sulfato de aluminio, Aminoácidos, Dextrosa, Fosfato de búferes, sulfato potásico de aluminio, formaldehído o formol, sales minerales, peptona de soja, proteínas de levadura
Influenza, febrile seizure, anorexia, upper respiratory tract illnesses, herpes zoster, encephalitis, palpitations, arthritis, systemic lupus erthematosus (SLE), conjunctivitis, abnormal liver function tests, Guillain-Barré syndrome, Bell's palsy, multiple sclerosis, anaphylaxis, seizures. La gripe, la convulsión febril, anorexia, enfermedades del tracto respiratorio superior, el herpes zóster, encefalitis, palpitaciones, dolor de artritis, el lupus erthematosus sistémico (LES), conjuntivitis, alteraciones de pruebas de función hepática, síndrome de Guillain-Barré, parálisis de Bell, esclerosis múltiple, anafilaxis, convulsiones.
HIB Vaccine Haemophilus b Conjugate Vaccine (Tetanus Toxiod Conjugate) La vacuna contra Hib Vacuna conjugada contra Haemophilus b (conjugada Toxiod Tétanos)
Ammonium Sulfate, Formaldehyde or Formalin, Sucrose. Sulfato de amonio, formaldehído o formol, Sacarosa.
Anorexia, seizures, renal failure, Guillain-Barré Syndrome (GBS), diarrhea, vomiting. Anorexia, convulsiones, insuficiencia renal, síndrome de Guillain-Barré (SGB), diarrea, vómitos.
HIB/HepB Vaccine HIB / HepB Vacunas
(Recombinant) Haemophilus b Conjugate (Meningococcal Protein Conjugate) and Hep B (Recombinante) Haemophilus b conjugada (conjugada meningocócica de proteínas) y Hepatitis B
Aluminum Hydroxyphosphate Sulfate, Formaldehyde or Formalin, Sodium Borate, Soy Peptone, Yeast Protein, AminoAcids, Dextrose, Mineral Salts. Hidroxifosfato sulfato de aluminio, formaldehído o formol, borato de sodio, peptona de soja, levadura de proteínas, aminoácidos, dextrosa, sales minerales.
Anorexia, seizure, otitis media [ear infections], upper respiratory infection, oral candidasis [yeast infection], anaphylaxis [shock]. Anorexia, convulsiones, otitis media [infecciones del oído], infección respiratoria superior, oral candidasis [levadura infección], anafilaxis [choque].
HIB / Meningococcal [Haemophilus b Conjugate Vaccine (Meningococcal Protein Conjugate)] HIB / meningocócica [vacuna conjugada de Haemophilus b (conjugada meningocócica Proteína)]
Aluminum Hydroxyphosphate Sulfate, Formaldehyde or Formalin, Phosphate Buffers. Hidroxifosfato sulfato de aluminio, formaldehído o formol, fosfato de búferes.
Febrile seizures, early onset HIB disease, otitis media [ear infection], upper respiratory infection, Guillain-Barré syndrome. Convulsiones febriles, de aparición temprana la enfermedad por Hib, la otitis media [infección del oído], infección del tracto respiratorio superior, síndrome de Guillain-Barré.
MMR Vaccine Measles, Mumps and Rubella Virus Vaccine Live Vacuna MMR Sarampión, Paperas y Rubéola vacuna de virus vivos
Chick Embryo Fibroblasts, Amino Acid, Bovine Albumin or Serum, Human Serum Albumin, Antibiotics, Glutamate, Phosphate Buffers, Gelatin, Sorbitol, Sucrose, Vitamins. Los fibroblastos de embrión de pollo, aminoácidos, o albúmina de suero bovino, albúmina sérica humana, Antibióticos, glutamato, fosfato de búferes, gelatina, sorbitol, sacarosa, vitaminas.
Atypical measles, arthritis, encephalitis, death, aseptic meningitis, nerve deafness, otitis media [ear infection]. Sarampión atípico, artritis, encefalitis, muerte, meningitis aséptica, sordera nerviosa, la otitis media [infección del oído].
Pneumococcal Pneumococcal 7-valent Conjugate Vaccine (Diphtheria CRM197 Protein) Neumocócica neumocócica 7-valente conjugada de vacunas (difteria CRM197 proteínas)
Aluminum Phosphate, Yeast Extract, Amino Acid, Soy Peptone. Fosfato de aluminio, extracto de levadura, aminoácidos, peptona de soja.
Febrile seizure, Sudden Infant Death, anaphylactiod reaction including shock, decreased appetite, Febriles convulsiones, muerte súbita del lactante, incluyendo shock anaphylactiod reacción, disminución del apetito,
Poliovirus Vaccine (IPV) Poliovirus Vaccine Inactivated Vacuna contra la poliomielitis (IPV) poliomyelits Vacuna inactivada
2-Phenoxyethanol, Formaldehyde or Formalin, Monkey Kidney Tissue, Newborn Calf Serum Protein, Antibiotics, Neomycin, Polymyxin B, Streptomycin. 2-Fenoxietanol, formaldehído o formol, Mono de tejido del riñón, del Recién Nacido de proteínas de suero de ternera, los antibióticos, Neomicina, polimixina B, estreptomicina.
Death, anorexia, Guillain-Barré syndrome. Muerte, anorexia, síndrome de Guillain-Barré.
Chicken Pox (Varicella) Virus Vaccine Varicela (Varicela) Vacuna contra el Virus
Ethylenediamine-Tetraacetic Acid Sodium (EDTA) [a metals chelation agent], Bovine Albumin or Serum, Antibiotics, Monosodium glutamate [MSG], MRC-5 DNA and Cellular Protein, Neomycin, Potassium Chloride, Potassium Phosphate Monobasic, Sodium Phosphate Monobasic, Sucrose. -Etilendiamina Tetraacetic ácido de sodio (EDTA) [un agente quelante de metales], o albúmina de suero bovino, antibióticos, glutamato monosódico [MSG], MRC-5 ADN y de proteínas celulares, Neomicina, cloruro de potasio, fosfato de potasio monobásico, fosfato sódico monobásico, Sacarosa .
Febrile seizures, encephalitis,  Varicella-like rash, upper respiratory illness, lower respiratory illness, eczema, encephalitis, facial edema, cold/canker sore, aseptic meningitis, Guillain-Barré Syndrome, Bell's palsy, pneumonia, secondary bacterial infections. Convulsiones febriles, encefalitis, erupción de tipo varicela, enfermedad del tracto respiratorio superior, la disminución de enfermedades respiratorias, el eczema, encefalitis, edema facial, frío / dolor de las aftas, meningitis aséptica, síndrome de Guillain-Barré, parálisis de Bell, la neumonía, infecciones bacterianas secundarias.

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